Estamos en una situación sin precedentes: la explosión de la burbuja inmobiliaria resulta especialmente dañina porque la vivienda es la mayoría del patrimonio de muchas familias, cae su riqueza y baja el consumo. Todo ello crea un círculo vicioso: los comerciantes al ver que venderán menos, compran menos a los fabricantes y estos se ven obligados reducir turnos y despedir empleados, quienes dejan de consumir y baja más el consumo. Más despidos, menos consumo, más cierres. Relacionada:
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