Como admiten Norenzayan y sus compañeros, existen numerosas variaciones de increencia que no se explican únicamente desde la aproximación cognitiva y los problemas de cognición social. Por ejemplo, si el déficit autista favorece el interés por las matemáticas y las ciencias “duras”, y simultáneamente reduce las creencias religiosas ¿cómo explicar entonces que los ateos abunden más, de hecho, entre los académicos de las humanidades?
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