Conozco a Aminata desde hace tres años. Ella y su marido llegaron de Malí hace cinco y tras unos años esperanzadores en los que consiguieron trabajo y sus papeles de residencia hace dos años se quedaron sin empleo y actualmente sobreviven como pueden. A esto se añade que ella es diabética y tiene que inyectarse insulina tres veces al día. Con las nuevas reformas anunciadas para la sanidad pública en nuestro país pende sobre ella la espada de Damocles de la incertidumbre de si podrá seguir recibiendo la medicación que la mantiene con vida...
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