Hace años conocí el caso de un retaurante que se acogió a la tributación directa (ingresos menos gastos) y que al estar en un medio urbano de pequeñas dimensiones utilizaba una técnica muy simple para defraudar: las facturas que daba a los conocidos no las contabilizaba, y las que daba a los desconocidos, iban íntegras la contabilidad. De ese modo, no corría el riesgo de que un día se sentara a su mesa un inspector de Hacienda y comprobase luego que la factura que le habían dado no aparecía en ninguna parte. | Caché:
fon.gs/6lre16