Cuando aún pensaban que las luces que avistaban en el cielo y que irradiaban la superficie de Marte eran consecuencia de la potente iluminación de las ciudades de aquel rincón de la galaxia, alguien pergeñó una forma tan genial como descabellada de comunicarse con nuestros colegas intergalácticos. Fue en 1874 cuando el físico e inventor francés Charle Cros, tras mucho cavilar, ideó la forma de decirles a los habitantes del Planeta Rojo que aquí también había un puñado de seres tratando de sobrevivir.
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