"Cuando en 1951 se instalaron en España los primeros pinballs hubo que adaptar el artefacto a nuestra imprevisible idiosincrasia, pues aquí todo resultaba mucho más rápido y contundente que en Estados Unidos. Allí, donde venían funcionando desde 1920, una partida duraba en torno a los tres minutos; aquí, no llegaba al minuto y cuarto. La razón, un precedente autóctono: el futbolín. Éste había desarrollado un tipo de jugador muy fogueado en arrear coces y tumbos a las mesas, dispuesto a pelear cada bola como si en ello le fuera la vida."
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