Con motivo de mi trabajo sedentario y la consecuente acumulación de grasa en la barriga, la empresa me ofreció un servicio de entrenamiento personal en un reconocido gimnasio. Lo acepté gustoso y hasta fui personalmente a hacer mi reserva. Me asignaron una entrenadora personal llamada Nadia, una escultural instructora de 26 años, modelo de ropa deportiva como pude observar en los posters allí colgados. Ella me explicó que sería muy útil anotar mis experiencias en una ficha para poder observar yo mismo mi progreso.
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