Mi sorpresa ocurrió cuando volví a la T4 de Barajas. En la zona en la que los coches pueden dejar a pasajeros, era imposible parar: tanto la primera fila como la segunda fila estaba llena de coches estacionados. Los conductores habían aparcado “a la Aguirre” y, violando todas las reglas de trafico y la más mínima educación cívica, habían dejado el coche y entrado en la terminal. Este comportamiento imposibilitaba la circulación y lo que debería haber sido 30 segundos se convirtió en un suplicio.
|
etiquetas: reflexiones , civismo , política