Hoy me vais a permitir que éste sea solo un altavoz. Sara lo ha pedido, quiere que trascienda lo sucedido cuando ejercía de voluntaria con personas con discapacidad intelectual y fueron discriminados en un karaoke del sur de Madrid. Ni quiero ni puedo negarme. No es la primera vez. Tampoco será la última. Cada cierto tiempo llegan a los medios ejemplos semejantes de poca empatía. Pero como ya os comenté en febrero tras el caso de una mujer con síndrome de Down expulsada de un hotel en Cuenca, no nos vamos a a callar.
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