La cooperación no sólo surge de un deseo de autopreservación. Es también un acto de empatía: una capacidad que nos ayudó a evolucionar colectivamente, más allá de la mera supervivencia individual y del egoísmo que, al parecer, es innato –más no imprescindible–. En la naturaleza, y no sólo en la sociedad humana, existen muchos ejemplos de ello. Este es el caso de los cuervos, aves extremadamente inteligentes a la vez que sensibles.
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