“Un cuervo que fallecía sediento vio una jarra y esperando encontrar en ella agua...”, empieza una de las muchas fábulas que Esopo, por alguna razón, dedicó a esos pájaros de mal agüero. La jarra del relato tenía agua, en efecto, pero en tan exigua cantidad que el pobre grajo no se vio capaz de alcanzarla con el pico. Al poco diose cuenta el ave, sin embargo, de la solución y sin más que arrojar unas cuantas piedras al cicatero recipiente vio subir el líquido hasta ponerlo a su alcance y saciar así su sed. Esopo quiso ilustrar así lo mucho...
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