Las panaderías estatales de Cuba últimamente empiezan a no tener suficiente género, aunque todos los cubanos tienen derecho una pieza de pan al día con la cartilla de racionamiento. La escasez de pan anticipa un problema derivado del plan del gobierno de Castro de despedir a miles de funcionarios y crear una nueva clase de empresarios autónomos. A falta de un mercado formal que pueda abastecerlos, empleados corruptos con acceso a productos y almacenes del estado se han convertido de hecho en los auténticos mayoristas de la isla.
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