No tienen agua corriente en sus casas. Van con carritos cargados de bidones hasta un extremo de su asentamiento, donde una única fuente les proporciona el agua para beber, ducharse y cocinar. También carecen de duchas y como retrete sirve cualquier rincón escondido, en la calle. Las viviendas suelen tener unos 15 metros cuadrados donde viven una media de seis personas. No es Etiopía ni Nigeria, "aunque su situación se asemeja más a estos países que a la vida de los niños madrileños", apunta Ana Sastre, de Save the Children.
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