Que me perdonen mis allegados, pero yo una de las personas a las que más echo de menos desde hace años es a Miguel Gila. Él nunca me conoció, pero yo, creo, llegué a conocerle bien. Al fin y al cabo, le oí contar la historia de su vida decenas de veces. Ya saben, la del niño que nació solo, sin avisar a su madre, y tuvo que bajar donde la portera para dar la noticia y que le dieran su primera toma de leche. La vida del niño pobre, del soldado mal fusilado, y la del humorista del más tierno de los mundos imposibles.
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