Ahora todo el mundo es un artista. Ya seas un cocinero, un auditor o un abogado, parece que por el simple hecho de introducir algunas novedades en tu trabajo puedes aspirar a que te traten como si fueras la reencarnación de Rembrandt, de Picasso o de Almodóvar. Y hay algo indiscutible: cuando alguien adopta actitudes de divo, “comportándose como un ego vanidoso que necesita tener todo planificado y que se cierra a nuevas experiencias, es que no estás ante un grande”.
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