Cuando uno se interna en lo que antes era un bosque y ahora tierra quemada, lo primero que le sorprende es el silencio y el “olor a muerte”. Lo dice el alcalde de Andilla, Jesús Ruiz, que ha visto mucha tierra quemada, unas 10.000 hectáreas de las 14.000 que forman su municipio montañoso: “Entras y respiras la muerte. Notas el calor que sube de la tierra, el silencio total. Porque los bosques suenan con los ruidos de la vida, de pájaros, de ramas que se mueven por el viento...”.
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