Sí, así se llamaba el cargo administrativo que recibió el caracense Alonso Yáñez Fajardo por designación de los mismísimos Reyes Católicos. Quinientos años antes de que Albert Rivera propusiese en su programa político la legalización de la prostitución, Isabel de Castilla y Fernando de Aragón ya tenían clara la necesidad de regular la profesión más antigua del mundo. El Reino de Granada había caído en manos de la Cristiandad y se debía afrontar con rectitud y caridad católica la ardua tarea de gestionar las prácticas fornicatorias de los súbdi
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