Antes de la explosión a nivel mundial de la burbuja de las .com, la financiación de esas páginas webs que crecían como setas no era un problema reconocido. Los inversores inyectaban millones y millones de dólares sin saber muy bien cómo se iba a rentabilizar el negocio. Prácticamente era un acto de fe con el único cometido de no llegar tarde a la última revolución tecnológica.
|
etiquetas: tecnología , producto