Todavía hoy se preguntan en Colombia en qué demonios se gastaría el consorcio que presidía Florentino Pérez la friolera de 77 millones de dólares aportados por el Estado como anticipo para construir y gestionar una autopista que, finalmente, no construyó dicha sociedad. Obras de arte para decorar oficinas, opíparas reuniones, compra de camionetas Discovery y extravagantes juntas directivas en Madrid con vuelos en primera clase que fueron sufragados, según dicen sus detractores, con ese dinero público. En qué saco cayó la totalidad de los millon
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