¿Quién no ha llamado cuando era niño a números anónimos o públicos para vacilar al que responde al otro lado de la línea? Todos hemos jugado a ser Bart Simpson y hemos molestado vía telefónica a particulares, al Telepizza, al 11888... Los más valientes hasta se atrevían a gastar bromas pesadas a la policía. Sin embargo, no todas estas llamadas absurdas son tan disparatadas como parecen. Es más, la policía está entrenada para leer entre líneas y detectar que las llamadas no siempre son lo que aparentan.
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