El 15 de agosto de 1943, 35.000 soldados aliados desembarcaron en las costas de Kiska, una pequeña isla parte de Alaska sin apenas importancia estratégica. Apenas un año antes, había sido invadida por los japoneses, y a pesar de la dilación de los americanos en reclamar este territorio de 35 kilómetros de largo por 10 de ancho, tenían una buena razón para mandar a miles de hombres a Kiska: era la primera vez que un ejército extranjero ocupaba territorio estadounidense desde que Pancho Villa se enfrentó a la caballería estadounidense en Columbus
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