Alekhine había dedicado años de su vida a encontrar la forma de vencer al genio cubano, esforzándose al máximo, estudiando, preparándose, analizando... dejándose la piel mientras Capablanca jugaba al billar, acudía a fiestas de sociedad y se entretenía con bailarinas y actrices. Uno era el campeón aunque no entrenaba nunca ni se esforzaba lo más mínimo. El otro vivía por y para el ajedrez. Uno, seguro de poder vencer siempre, se dedicaba a la buena vida incluso la noche anterior a una partida importante. El otro vivía encadenado a sus libros y
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