En su lecho de muerte, el rey escocés Robert Bruce juntó a sus fieles y les dijo: “enterrad mi cuerpo en Escocia y llevad mi corazón a Jerusalén” (palabras que nos recuerdan a los últimos deseos de nuestro Alfonso X El Sabio). Así que, Sir James Douglas, su “mano derecha”, juró cumplir su palabra y ordenó embalsamar el corazón del rey guardándolo en un relicario (quizás de plata) que se colgó en el cuello para comenzar la aventura escocesa hacia la Guerra Santa partiendo de Escocia en 1330, con 7 caballeros y 26 escuderos.
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