El PNV no es ya el de Arzalluz e Ibarretxe. Aquel nacionalismo, aunque funcional para los intereses del País Vasco y ganador de uno de los peores desafíos de su historia (la escisión que protagonizó Garaikoetxea en 1986), ha sido sustituido por un partido empresarial, más neutro ideológicamente, realista en el movimiento de fichas en el tablero político y que protagoniza un relato de éxito.
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