En esto de drogarse, los anglosajones lo tienen mucho más claro que nosotros: drugs son drugs, y el hecho de que se vendan por dos canales diferentes, uno con bata blanca, el otro con móvil y scooter, no cambian su esencia: ambas sirven para lo mismo: colocarse y al loro. Pero esto no siempre fue así. Durante un par de décadas del tardofranquismo, España se convirtió en una especie de supermercado de las drogas del resto de Europa: en la farmacia se podía comprar libremente anfetaminas, opiáceos y barbitúricos, como el Optalidón.
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