El hombre que desde pequeño soñaba con ser capitán de una balsa, tenía una teoría a simple vista alocada y todo por perder: “cualquier cosa que flotara y fuera arrojada al mar en la zona de Canarias, debería llegar a América”. Dispuesto a probar su teoría decidió cruzar el océano simplemente flotando en una balsa: sin motores, sin timón, y sin nada lo mínimamente sofisticado para navegar. El desafío era dejar en claro que es posible cruzar el Atlántico con la tecnología más rudimentaria que podríamos disponer hace unos 3500 años. Y lo consiguió
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