Sufrir accidentes de tráfico con caballos era espantosamente común. Los caballos no son fáciles de controlar, sobre todo en calles resbaladizas y abarrotadas. En 1900, los accidentes de caballos acabó con la vida de 200 neoyorquinos, 1 de cada 17.000 habitantes. (En 2007, murieron en accidentes de coche 274 neoyorquinos, uno de cada 30.000: un neoyorquino tenía casi el doble de probabilidades de morir atropellado por un caballo en 1900 que por un coche hoy en día). Y eso que no se tienen estadísticas sobre carreteros borrachos.
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