Si de pequeño había algo que a nivel escolar me desesperara más que los cuadernillos de Vacaciones Santillana, eso era los cuadernillos Rubio, porque una cosa era tener que hacer un único cuadernillo de nivel bastante básico para todo el verano (que lo solventaba en un par de días), y otra muy distinta eran aquellos interminables cuadernillos de pastas verdes, de matemáticas y caligrafía, con un montón de niveles cada uno, y que se supone que nos ayudaban en nuestro aprendizaje diario.
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