Una muerte violenta, injusta, criminal, a manos del poder más arbitrario. No a manos del Padre celestial; esa sería la muerte de un Dios sádico. Ni Jesús buscó la muerte, ni Dios le destinó a ella. Eso es una solemne tontería, una herejía y una coartada para todos los poderes de turno que siempre se han negado a ver la muerte de Jesús como lo que fue: una consecuencia de su estilo de vida, de su rebeldía y disidencia frente al poder religioso y civil, de su coherencia y libertad, de su sinceridad y amor por la justicia y los más pobres moceop
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