La crisis financiera global podría potenciar un aumento de la religiosidad porque ésta alivia el estrés que provoca la pobreza. Sociólogos estadounidenses analizaron la relación entre la pobreza, el bienestar mental y la religión a partir de los datos de una encuesta nacional, constatando que actividades como la asistencia a los centros de culto, la meditación o la fe en la vida después de la muerte tienen un efecto mitigador en el estrés derivado de los problemas financieros.
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