En mayo de 2009 las calles de Hangzhou vivieron un momento típicamente característico de la lucha de clases: un chaval rico de 20 años arrolló con un Mitsubishi a un ingeniero humilde, de origen rural, que tenía 25 años. La víctima voló 18 metros, impulsada por la colisión, y murió. Hu Bin fue condenado a tres años de cárcel, cuando lo normal es que un conductor ebrio que cause un accidente así reciba la pena de muerte. Y entonces vino el peor escándalo de todos: la sospecha de que el hombre que cumplió esos tres años de condena no era Hu.
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