La familia Gravell oriunda de Gales pasó sus vacaciones en la playa sin darse cuenta de que pudo haber sido protagonista de una verdadera tragedia. En una de sus visitas al mar, los niños Erin y Ellis, de 6 y 8 años respectivamente, se fueron a jugar con lo que pensaron que era una boya. El objeto llegó a sus pies arrastrado por las olas y la correntada sin haber sido identificado por los guardacostas y estaba cubierto de algas y moluscos. Era una bomba activa de la segunda guerra mundial.
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