La ultraderecha española tiene seguidores y aliados más allá de sus fronteras. El discurso xenófobo de Vox, acompañado habitualmente de reminiscencias del pasado "colonial" y guiños hacia la dictadura franquista, ha cruzado el Atlántico y se ha instalado en varios países latinoamericanos, donde el partido liderado por Santiago Abascal se relaciona con defensores de dictaduras de ayer y amigos de golpistas de hoy.
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