En 1891, Mkwawa logró derrotar a un batallón del ejército alemán con flechas y lanzas. Tres años más tarde los alemanes destruyeron Kalenga, la fortaleza donde se refugiaba Mkwawa, pero éste pudo escapar e inició una guerra de guerrillas que tuvo en jaque a los alemanes durante cuatro años. Acorralado, y antes de ser capturado, se pegó un tiro. Su cráneo fue enviado a Berlín como un trofeo.
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