"Se veía venir, con el cachondeo que se traía la gente. Cantando y bebiendo en la cola del autobús con la botella", protestaba Teresa el viernes por la mañana, en el autocar de camino a Navacerrada. Este pueblo de 3.000 habitantes de la sierra madrileña vuelve a estar cerrado desde el lunes por el incremento de la incidencia de la COVID-19, disparada con más de 60 casos que suponen una tasa de 2.100 por cada 100.000 habitantes, cuando el umbral de alerta establecido por la UE es de 500.
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