El temible tiburón es atrapado, le cercenan su aleta y es lanzado de nuevo al mar para que muera como pueda. La membrana queda en la superficie, la secan y la preparan para viajar al otro lado del mundo. Los asiáticos están dispuestos a pagar más de 100 dólares por cada kilo de ese manjar de presuntas propiedades curativas y afrodisiacas. El restante 95% del tiburón queda moribundo en las aguas del Pacífico costarricense.
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