Sucedió hace años. Un concejal tenía una debilidad: su homosexualidad. Sublimaba su deseo oculto llamando a líneas eróticas. Pero lo hizo desde el teléfono del ayuntamiento. Admitió su estafa, pagó el gasto y dimitió. Pero sus rivales políticos no podían permitir que corrigiera su error sin escarnio público. Uno de ellos contactó con la prensa y relató la historia. El asunto fue portada en dos diarios de tirada nacional. El concejal abandonó la política y murió no hace mucho. El rival político que contactó con la prensa es hoy el alcalde.
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