El jocoso ripio infantil “mi corazón palpita, como una patata frita” no tiene ninguna gracia en Castilla y León. La Consejera de Agriculatura y Ganadería, además de conceder llamativas subvenciones a una empresa de su pareja, firmó con ella un contrato de investigación en el que la administración cedía todos los derechos de explotación de las posibles patentes.
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