Desconozco en qué momento comenzó esta escalada de violencia soterrada en las despedidas de soltero, pero creo que ya va siendo hora de ir poniendo freno a esta espiral de locura en la que estamos inmersos. Hubo un tiempo en el que mi mayor miedo cuando me iba a alguna despedida era dejarme en casa el líquido de las lentillas. Ahora es terminar durmiendo en un calabozo de Budapest.
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