Gilberto y Miguel Rodríguez Orejuela, los otrora poderosos jefes del cartel de Cali, solo pusieron una condición para empezar a contar su verdad sobre los nexos del narcotráfico con personajes de la vida política, social y criminal del país, muchos de los cuales han pasado invictos ante la justicia. Ambos accedieron a hablar ante la Comisión de la Verdad, siempre y cuando el padre Francisco de Roux (su cabeza) viaje a la cárcel de Carolina del Norte (donde está Gilberto) y a la de Pensilvania (donde está Miguel) a tomar sus testimonios.
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