Por todos los lugares del mundo donde pisaron las caligae (sandalias de los legionarios romanos) hoy en día se pueden encontrar puentes, acueductos, anfiteatros… y otras muchas construcciones que han aguantado en pie más de 2.000 años. ¿No os habéis preguntado nunca cuál es el secreto de la solidez de estos testigos del tiempo? Pues simplemente porque el hormigón romano, no siendo tan fuerte como el moderno, resiste mucho mejor el paso del tiempo y, además, su proceso de fabricación es menos dañino para el medio ambiente.
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