Indignación. Desolación. Sorpresa. Incredulidad. Una ola de impotencia y rabia se apoderó el jueves del Gobierno de Mariano Rajoy nada más conocerse la puesta en libertad de Carles Puigdemont en Alemania. No sólo se lamentan las consecuencias jurídicas de la decisión del Tribunal alemán de retirar el delito de rebelión al ex presidente catalán, sino que también cunde una sensación de derrota en Europa. "Estamos solos", decía un alto cargo del Ejecutivo.
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