Mi profesor solía decir, al final de una clase (el poderoso efecto del cliffhanger), que los datos son datos y nada más. Para ilustrarlo, nos situaba en Londres, algo después de la revolución industrial, y en medio de esa atmósfera de niebla espesa nos contaba un hallazgo de la época sorprendente: cuantas más cigüeñas se avistaran en la ciudad un año cualquiera, mayor era la natalidad humana ese año. Los datos apuntaban a una relación clara entre estos dos fenómenos, una correspondencia positiva significativa.
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