Los hechos sucedieron el 24 de marzo de 2019, cuando las cuatro personas, equipadas con detectores de metales, azadillas y otros aperos de labranza, y vestidos con monos de trabajo y botas de monte, entraron en varias parcelas del yacimiento. Tras inspeccionar el suelo y el subsuelo con los detectores comenzaron a realizar pequeñas excavaciones donde podía encontrarse algún resto metálico. Su objetivo era hallar objetos de especial valor histórico para apoderarse de ellos sin autorización.
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