[c&p] Corría el año 1802 cuando un soldado fue condenado por un tribunal a la pena capital. Sus delitos eran el robo y el homicidio. Y como así lo había dictaminado el juez correspondiente, en la Plaza Mayor de Valladolid se dispusó todo para su ahorcamiento. Y efectivamente se ahorcó a aquel soldado. Creyendo que su alma había ascendido (o descendido) definitivamente, se bajó el cuerpo de la horca y las Hermanas de la Caridad se hicieron cargo del cuerpo, que iba camino del féretro cuando movió una mano. ¿Lo reahorcamos? se preguntaron.
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