Tras un tiempo de relativa tranquilidad, los cajeros automáticos han vuelto a convertirse en objetivo prioritario de los cibercriminales. La progresiva sustitución de las tarjetas de débito y crédito tradicionales (las de banda magnética) por otras más modernas con un chip integrado, más difíciles de falsificar, sumada a la evolución en paralelo de las propias máquinas para sacar dinero, han hecho que los delincuentes se apresuren a explotar las vulnerabilidades antiguas antes de que desaparezcan.
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