[N. del editor: No publicamos muchos textos anónimos en Forbes pero este relato en primera persona del sexismo en el mundo de las startup merece una excepción] Al bajar los escalones de su casa con el portátil colgado de mi hombro, me preguntaba cómo de gruesa tenía que ser mi piel para seguir por esta vía. Me habían puesto en otra situación imposible, acorralada por otra dinámica de poderes desequilibrada, y sometida a lo que cualquier departamento de recursos humanos definiría como acoso sexual. Pero no trabajo para una compañía. Dirijo una.
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