En ese sentido, la alfabetización no solo mitiga el provincianismo sino que permite consumir ideas sobre mundos hipotéticos, como los que conciben las ficciones satíricas: que transporta al lector a un lugar donde puede observar sus propias insensateces. De ese modo, el lector puede cambiar mucho más su perspectiva que tras una colección de arengas o sermones. A la gente le gusta que le cuenten historias, sobre todo si son historias sobre ellos mismos, convenientemente deformadas para sacar a relucir alguna arista que debería limarse.
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