Nos encontramos en alta mar. Entre Milford Haven y Waterford. Una tarde gris de otoño de 1824. Golpes de viento, mala mar y mucho frío. William Davies Evans tiene 34 años y hace 20 que los pasa en el mar. Está jugando una partida de ajedrez. La ganará. Nunca será un competidor de alto nivel, pero dejará una profunda impronta en la historia del ajedrez.
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