Para conseguir ser canonizado por la Iglesia Católica y poder entrar en la amplia y selecta “lista de Santos” el camino es largo. La investigación efectuada por la diócesis donde vivía la persona se envía a la Congregación para las Causas de los Santos en Roma, que instruye el expediente. Así, comienza un juicio con un abogado que defiende la causa (el postulador) y otro que la niega (el llamado coloquialmente “el abogado del diablo”).
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